Hace no mucho platicaba con una amistad que atraviesa por un periodo de depresión autodiganosticada. Me pedía opciones de algunos psicoanalistas con quienes acudir, así que le compartí algunos números telefónicos.

Pasaron algunas semanas y le pregunté cómo le estaba yendo. Me respondió que no había acudido a ninguna sesión. ¿Cómo? ¿Y la depresión? Resulta que como la economía está estancada por el Covid, su única fuente de ingresos está casi, por no decir, muerta. Y no tenía o no tiene dinero para pagar las consultas.

Es que un proceso terapéutico es caro. Es el argumento que más veces he escuchado. Y puede que tengan razón. Pero responder que es más caro no estar en un proceso, que también es un enunciado razonable, es un lugar común que sin embargo no resuelve de fondo el problema.

Hay personas que sin duda están dispuestas a pagar más en drogas legales e ilegales, que en una terapia. Que están dispuestas a pagar con la salud física, antes de pagar una terapia, es cierto. Pero como lo dije antes, esto no ayuda a enfrentar el problema del “no tengo para la consulta”.

En más de una ocasión he dialogado con mis pacientes para que puedan descubrir que su ausencia a las sesiones o abandono del proceso que pidieron, se justifica porque no quieren o no pueden pagar, pero que ese no quiero o no puede pagar, tiene implicaciones psicológicas, que sería importante pudieran escuchar, re-conocer y aceptar, para sostenerse, no solo en el análisis, sino sobre todo en la vida, desde un lugar diferente al de tengo la enfermedad consensuada.

Quizá la angustia (y su clínica) nos puede dar algunas coordenadas de por qué la gente que está atravesando por un periodo que cimbra su estructura psicológica no acude a la ayuda, porque justamente no tiene dinero para la consulta.

Los ataques de pánico –ojo, ya hemos hecho la diferencia con los mal llamados “ataque de ansiedad” – y todas las manifestaciones de la angustia, representa uno de los motivos de consulta más recurrentes en nuestros días.

Qué pasa en una consulta por episodios de ataques de pánicos, pues bueno que el paciente dirige una pregunta sobre su malestar solo cuando sufre una crisis que los deja sin recursos psicológicos, anímicos, enfrentados a la angustia que siempre es un enigma y al paisaje surrealista de síntomas que se producen como defensa.

No saben qué hacer y no tienen recursos para hacer lo que no saben hacer, pero que creen que pueden hacer. Están en pleno goce, pero aguas con hacerse ideas de que esto es un placer extremo, el sujeto no goza, sino que es gozado.

Entonces cuando una persona dice que quiere ir a un proceso psicológico pero no tiene dinero, estaría actuando como en los ataques de angustia, se ha quedado sin recursos -en este caso económicos- pero está demandando de otro una respuesta a la descolocación de su mundo.

Lo más sencillo, podríamos pensar, sería que un profesional le brindara “primeros auxilios psicológicos”, quizá en una institución de carácter público. Sin embargo, sólo se estaría reaccionando a este “ataque” de súbito, pero no habría la posibilidad real de trabajar para que la persona pudiera saber el origen de sus padeceres y todo o que le ocasiona lanzarse al vacío.

Tal vez esta persona que no tiene recursos económicos para ir al psicólogo, encontrará sin que lo sepa de cierto, alguna salida de emergencia que le permita restaurar su síntoma y volver a una normalidad más o menos conocida. Hasta la próxima vez que el síntoma ya no funcione y no le permita gozosamente en esta vida, y lo más seguro es que vuelva a aparecer su idea de solicitar ayuda profesional pero sus circunstancias económicas no sean las mejores.

Con esto quisiera transmitirles que al psicólogo no se va cuando se debería. Es decir, no hay que esperar a la emergencia, a que las cosas hayan estallado, sino cuando sí hay los recursos económicos que le hagan sostener un proceso, que le ayudará a enfrentar de mejor manera las contradicciones de la vida psíquica y de la vida real, que surgen, queramos o no.