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Luis Leal- Diarios de Cuarentena

La disputa política por el control del sistema electoral mexicano ha comenzado. Por un lado, la oposición busca mantener ciertos cotos de poder dentro de nuestro sistema político como lo son las diputaciones plurinominales y ciertos espacios en el INE ante la inminente derrota del 2024. Del otro lado, el oficialismo busca imponer la democracia de su líder político-espiritual que mira más al pasado que al futuro.

De acuerdo con el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, las reformas estructurales del estado mexicano son esenciales para la transformación de la vida pública de nuestro país, lamentablemente para él, sus cálculos le salieron mal y la derrota en la elección intermedia puso sus planes en peligro ante la capacidad de la oposición de truncar sus planes legislativos como se pudo ver con la fallida reforma energética.

Ante esto, el oficialismo reemplazó el diálogo y la negociación con el grito de guerra como se ha visto en los últimos días en las conferencias mañaneras del presidente.

La mano dura de Morena ha empezado una campaña agresiva en redes sociales y por medio de sus voceros para descalificar el trabajo del ente electoral. Todo esto sin cambiarle ni una sola coma a la propuesta del presidente.

Es esta visión de la democracia del oficialismo y del presidente que muestran dentro de la reforma propuesta una reorganización total de nuestra democracia que muestran, sin duda, una regresión al pasado:

La disminución de la representación electoral da paso a frenar la integración de los diferentes pueblos y colectivos de nuestra nación. También, ahondaría los caciquismos territoriales y políticos de nuestro país.

El reducir el financiamiento publico a los partidos políticos abre la puerta totalmente al financiamiento ilícito y por intereses de los partidos políticos. Imagínense un Sinaloa del 2021 a nivel nacional en el 2024.

Entre otras y muchas cosas que se pueden criticar, tal como la elección de consejeros y jueces por aclamación en vez de la elección por sus capacidades y méritos, como le gusta al presidente, esta reforma tiene todos los tintes para la reinstauración del viejo caciquismo priista en el sistema electoral.

Desafortunadamente, la oposición no se queda atrás, tantos años de clasismo y el miedo a perder sus privilegios, en un país donde el 50% de la población carece de lo más básico, los han hecho actuar con rabia en vez de hacerlo con inteligencia y estrategia.

Basta con ver la última mofada que sucedió, lamentablemente, en Puebla cuando una miembro de la supuesta sociedad civil poblana se refiere despectivamente de la persona que le ayuda en la limpieza en su hogar.

Basta con ver cada declaración inútil que han hecho en los últimos meses y no han querido deshacerse de esos miembros incomodos de sus partidos que hacen más daño que bien. Ni siquiera han hecho el intento de defender los ingresos de los consejeros electorales.

Esa lamentablemente es la oposición, la que ha privilegiado su posición dentro de las esferas del poder sobre el bien común, mientras el oficialismo ha privilegiado la ideología y figura de su líder sobre el dialogo y sobre la democracia.

Que tiempos para vivir en nuestro país.