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Las infancias como víctimas del feminicidio

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Mtra. Georgina Carcaño Jiménez

Es doloroso hacerse consiente de las cosas tan horribles y atroces que ocurren en Puebla, todos los días somos testigos de la manifestación más brutal de una sociedad patriarcal: feminicidios. 

Un feminicidio es, sin duda, un crimen motivado por el odio hacia las mujeres, pues son ellas las víctimas de conductas tan ruines.

El análisis de estos crímenes hacia las mujeres ha impedido visibilizar a las víctimas indirectas de los feminicidios: me refiero a las niñas y niños que al perder a sus madres se vuelven huérfanos, seres inocentes, aquellos de los que poco se habla, pero que al final de cuentas resultan ser los más vulnerables.

El problema de invisibilidad de los huérfanos por feminicidio es tal que en México no existe un registro oficial de ellos. Las cifras más aproximadas que se tienen surgen de datos del Instituto Nacional de las Mujeres y se basan en el número de mujeres asesinadas y el promedio de hijos que suelen tener. México ocupa el segundo lugar en América Latina en cantidad de niños huérfanos, con 1.6 millones de casos, y eso sin contar con que no se tiene un conteo actualizado de los niños y niñas que están en instituciones de cuidado.

La situación que enfrenta esta niñez huérfana por estas causas ya constituye un problema de emergencia nacional. Lo es porque un niño o niña que pierde a su madre víctima de feminicidio verá en riesgo sus derechos de vivir en familia, a una igualdad sustantiva, a no ser discriminado, a vivir en condiciones de bienestar y a un sano desarrollo integral, entre muchos otros.

Si las infancias en situación de orfandad por la ola de feminicidios que envuelve al país no son atendidas de forma correcta y sensible, la condición de violencia se perpetuará en sus vidas y quizá llegarán a considerarla como algo normal, incluso aceptable.

Ignorar a la niñez, víctima de la violencia social, es abrir la puerta a problemas que pueden durar toda la vida y desencadenar actitudes violentas pueden repercutir en la sociedad, pasando de una generación a otra; y la víctima puede convertirse incluso en victimario.

Atender esta problemática no es una cuestión de bondad o generosidad del Estado, sino una responsabilidad plena, derivada de las obligaciones que provienen de los instrumentos internacionales que México ha suscrito y que protegen los derechos de niñas y niños para garantizar de manera plena los derechos la niñez.

Como integrante de esta sociedad me lastima, preocupa y ocupa ver el caso de un feminicida que el fin de semana pasado mata a una niña de 13 años en Acatlán de Osorio hija de su expareja violentando en su máxima expresión a dos mujeres y decidiendo sobre su vida, sin ninguna protección y prevención para las víctimas, y mostrando la vulnerabilidad a la que se enfrentan las y los niños hijos de una mujer violentada. 

Es indispensable como sociedad de denunciar cualquier tipo de conducta violenta contra una mujer, sea o no en la pareja. La responsabilidad de denunciar no debe caer únicamente sobre la víctima, que en la mayoría de las ocasiones sufre también una presión social y psicológica que le impide dar el paso. Ya que, al existir algún tipo de violencia, es seguro que existen otras más, y muchas veces una denuncia, una red de apoyo puede salvar vidas tanto de las mujeres como de sus hijas e hijos. 

Así mismo es importante concientizar desde cada espacio de acción sobre las violencias o prácticas violentas normalizadas, exigir justicia con perspectiva de género  para las víctimas,  reeducarnos como sociedad y asegurarnos de que las nuevas generaciones no repliquen estas prácticas por ello cierro con esta frase:  

 “Lo que se les hace a los niños, los niños lo harán a la sociedad” (Karl Menninger)

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